Cierta vez Martincho decidió aprender a nadar. Fue donde el profesor de natación y, éste, aceptó colaborarle en el asunto.
A la hora indicada, del día siguiente, se dirigieron al río. Una vez llegado, mientras el profesor hacía algunas instrucciones previas, por un descuido, Martincho se resbaló, y cayó al río. El río era profundo así que, como no sabía nadar, se estaba casi ahogando. Apenas podía gritar:
-¡Auxilio, auxilio… Que me ahogo!
Entonces el profesor de natación se lanzó al agua y le salvó la vida. Pero cuando al aprendiz, recobró el conocimiento, estando ya fuera del agua, sin decir palabra alguna, tomó sus cosas y emprendió marcha atrás.
El profesor dijo:
-¡Martincho! ¿Dónde vas? Has venido a prender a nadar.
Éste contestó:
-Lo que voy a hacer es: primero aprenderé a nadar y después me acercaré al agua; es demasiado peligroso. Primero aprenderé a nadar. ¿No te das cuenta? Casi muero.
Hay cosas que en la vida exigen ser aprendidos de forma progresiva y ordenada, por ejemplo, aprender a nadar.
Khishka