lunes, 30 de noviembre de 2009

MARTINCHO EN UNA CIUDAD EXTRAÑA


Una mañana fría de invierno Martincho había llegado recién a una ciudad extraña y se sintió alarmado porque ya era hora de tomar el tren. Viendo que ya estaba retrasado comenzó a correr, llegó a la torre para fijarse la hora y vio que la hora ya había pasado, iba perder el tren. Todo alarmado iba corriendo y corriendo por las calles limpias, vacías y desiertas sin saber a dónde ni dónde era la estación de trenes. Esperaba ver a alguien pero nada.

Por fin vio un barrendero madrugador. Entre el cansancio y el apremio, le preguntó:

- ¿Señor, puede usted señalarme ‘el camino’?

El barrendero contestó:

- ¿El camino? ¿Por qué me preguntas a mí?

Martincho dijo:

- Porque soy extranjero y no conozco el camino. Estoy a punto de perder el tren.

El barrendero se rió y exclamó:

- ¿Quién puede mostrarle el camino a una persona?

El barrendero, haciendo un gesto de despedida, tomó su carrito y se apartó de él sonriendo.

El camino no existe, se hace camino al andar.


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MARTINCHO EN EL MONASTERIO



El superior del monasterio estaba muy molesto con la rebeldía del monje Martincho. Un día le citó para aclarar las cosas y expuso lo siguiente:

- Estimado Martincho: todo el monasterio está molesto contigo y me han pedido que haga algo. Y analizando tu caso, hemos acordado que tu situación no debe pasar de éste año. Te hemos aguantado demasiado.

Entonces Martincho se atrevió a preguntar:

- ¿De qué cosas concretas se me acusa?

El Abad respodió:

- Lamento decírtelos, pero estos son: no participas en la misa diaria, has dejado los estudios académicos, no rezas la liturgia de las horas, no ejerces tu ministerio pero, sobre todo, escribes cosas que van contra los reglamentos de nuestra congregación. ¡Eso es inadmisible! Así que debes alistar tus maletas e irte, no puedes seguir aquí; si no lo haces voluntariamente, nosotros te echaremos los primeros días del año próximo.

En realidad la exposición a cerca de las causas de su expulsión había sido detallada y amplia. Y después de una larga exposició, el superior, preguntó al súbdito:

-¿Tienes algo que decir?

Y Martincho, viendo que el plan ya estaba hecho y nada se podía hacer, replicó:

-Nada…

A menos que te conviertas en ‘Nada’, esto es, en una ‘fuente vacía’, el ‘Todo’ no se posará en ti.




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domingo, 29 de noviembre de 2009

MARTINCHO ANTE EL JUEZ



Se abrió un proceso en contra de Martincho. El juez de su pueblo no podía probar gran cosa. Sin embargo se le acusaba de poligamia, de tener muchas esposas. Todo el mundo lo sabía, pero nadie podía probarlo.

El abogado le dijo a Martincho:

- Quédate callado, eso es todo. Si dices una sola palabra te van a coger. Así que estate callado y yo me ocuparé del resto. ¿Me oíste? ¡No digas nada!

Martincho permaneció en silencio; hirviendo por dentro, agitado, y a pesar de haber querido interrumpir muchas veces, se las aguantó para poder controlarse a sí mismo. Por fuera parecía tranquilo y sereno, pero por dentro estaba furioso como un león.

No pudiendo encontrar prueba alguna, aún sabiendo que el hombre tenía muchas mujeres en el pueblo, el juez, tuvo que darle la libertad.

Entonces dijo a Martincho:

- Martincho, eres libre. Puedes irte a casa.

En cuanto escuchó, el hombre se puso perplejo y dijo:

- ¿Qué? ¿A qué casa, señoría? Tenía muchas casas porque tenía muchas esposas en el pueblo.

Tan solo una palabra o un gesto tuyo, y todo tu ser quedará expuesto.



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MARTINCHO EN EL JUZGADO



Martincho y el sacerdote del pueblo no hacían más que pelear y discutir cada vez que se encontraban, hasta que acabaron en el juzgado.

El juez, tras escuchar a ambas partes, dijo:

- Estoy seguro de que esto puede resolverse de manera amistosa. Por favor, dense las manos y díganse algo de buena fe.

El sacerdote, estrechando la mano a Martincho, pronunció:

- ‘Te deseo lo mismo que tú me deseas a mí’.

Martincho, sabiendo muy bien lo que le deseaba a su adversario, declaró:

- ¿Lo ve, su señoría? ¡Ya está empezando otra vez!


Todo lo que captas, lo que escuchas, lo que percibes, lo que ves, lo recibirás teñido de tus propios prejuicios que están bullendo en tu interior.


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